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El origen esclavista del capitalismo. El comercio trasatlántico de esclavos y la Revolución Industrial

La esclavitud y el desarrollo de la Revolución Industrial tienen una relación mucho más íntima de lo que aparenta a primera vista. En este artículo se intenta poner de manifiesto como la trata de esclavos en el Atlántico puso las vías por las que transcurriría el «tren del progreso» a finales del siglo xviii y principios del xix.

El origen de la esclavitud negra en las colonias

La esclavitud es un hecho histórico omnipresente en la cultura occidental. Dentro de la historia, muchos académicos han tomado esta institución como objeto de estudio desde su perspectiva social, filosófica y económica. Este último ámbito es uno de los más interesantes ya que, grosso modo, la esclavitud se puede resumir en una forma de organización y utilización de la fuerza de trabajo de un grupo de individuos en contra de su voluntad. Dentro de la disciplina de la historia económica se ha escrito de manera increíblemente extensa en torno a este tema, generando multitud de ricos debates académicos. El objetivo de este breve artículo será el de hablar de uno de ellos, concretamente el que gira alrededor de la aparición del capitalismo en Gran Bretaña y su relación con la esclavitud.

Reproducción de un cartel anunciando una subasta de esclavos en Charleston, Carolina del Sur, en 1769. Wikimedia Commons.

Para poder comprender cómo se instauró un sistema de esclavitud racial en las colonias americanas es necesario clarificar los orígenes de la esclavitud negra. En las Américas de finales del siglo xviii coexistían dos mundos coloniales diferentes. Por un lado, las colonias de Norteamérica estaban compuestas por asentamientos europeos autosuficientes con una economía diversificada y poblada mayoritariamente por granjeros. Las colonias del Caribe y ciertos virreinatos de América del Sur, por el contrario, se caracterizaban por asentamientos dedicados a la producción de materias primas a gran escala para el mercado de exportación.

En las colonias antillanas, la tierra y el capital carecían de utilidad si no se contaba de antemano con un amplio despliegue de fuerza de trabajo. En el Caribe, las colonias adoptaron un modelo productivo que se pudiese adaptar al cultivo de productos de explotación intensiva como el algodón o el azúcar, en los que el coste se reducía en la producción a gran escala. Las razones por las que en el mundo colonial antillano acabó adoptándose el uso y trata de esclavos fueron diversas. En primer lugar, aunque la mano de obra libre a priori parecía reducir inversiones, ya que requería menos costes de «mantenimiento» en la producción, para una actividad económica de trabajo intensivo como la explotación de azúcar, el esclavo tenía un coste más efectivo a largo plazo. Otro factor importante radicaba en que en este tipo de explotaciones la existencia de trabajadores libres generalmente conducía a la creación de grupos de pequeños plantadores. La existencia de esta clase de pequeños propietarios suponía un estorbo para el desarrollo del esquema productivo de gran plantación, ya que la tierra dejaba de ser un bien tan accesible. En un primer momento se utilizó a la población indígena como mano de obra, pero las diversas catástrofes demográficas causadas por la llegada de los europeos al nuevo continente limitaron el número de esclavos nativos disponibles. Los sucesores de los nativos fueron los llamados engagés, una mano de obra asalariada a la que se le retenía el pago hasta el final de su contrato. Sin embargo, estas personas seguían estando sujetos a las mismas leyes que existían en el viejo mundo, eran más susceptibles a protestar y rebelarse, y, en última instancia, podrían convertirse en competencia para las grandes plantaciones al finalizar su contrato. En este contexto aparecen los primeros esclavos de África occidental. Esta nueva mano de obra encajó a la perfección dentro del modelo de gran plantación. No conocían el idioma ni las costumbres, por lo que era mucho más fácil quebrantar su voluntad y ponerlos a trabajar. El fin del siglo xvii dio lugar a un cambio de rumbo en la política colonial económica británica que pasó de la acumulación de materiales preciosos al desarrollo de una industria de explotación de materias primas dirigida a la exportación.

La plantación, el arquetipo de la institución económica colonial
La economía de plantación azucarera ha sido la institución europea de expansión colonial por antonomasia. Comenzando en las Cruzadas con las plantaciones de Chipre, los portugueses tomaron el relevo en Azores y Madeira. La esclavitud como institución económica se introdujo en estas plantaciones para incrementar el suministro de mano de obra y la eficiencia de este tipo de «trabajadores» inventó un sistema de «automatización». El esclavo, además de ser un trabajador, cumplía una doble función, retenía valor en sí mismo y se podía vender tanto su fuerza de trabajo como su propia persona. La especialización de la economía colonial en el sector agrícola permitió a Europa adoptar una economía de producción de manufacturas que dio lugar a una serie de flujos de capital, trabajo, azúcar y manufacturas entre colonias y metrópolis que fueron desarrollando una compleja red de comercio internacional que unía a Europa, África y América. La esclavitud fomentó las oportunidades de inversión en Europa y permitió al norte comerciar sus manufacturas a cambio de azúcar.

El comercio triangular

Reproducción de el traslado de un grupo de hombres, mujeres y niños capturados para ser vendidos como esclavos en África Oriental, finales del siglo XIX. Wikimedia Commons.

La aparición de este nuevo tipo de mano de obra esclava necesitaba un sistema de suministro. La empresa del comercio de esclavos se instituyó como monopolio en el año 1663 y nueve años más tarde se formó la Royal African Company. La importancia de esta trata de esclavos radica en su función de vía de doble impulso para la economía británica; generaba el beneficio de la venta del producto y producía una demanda constante del mismo por parte de las plantaciones de las Indias Occidentales y sus rivales coloniales.

Es importante recordar que la importancia económica que tuvo el descubrimiento de América no radicaba únicamente en los materiales preciosos que se encontraron en las minas de Potosí y Zacatecas, sino también en el hecho de proporcionar un nuevo e inexhaustible mercado que pudiera absorber bienes europeos manufacturados. Este mercado incrementó de manera exponencial el tráfico comercial global. Los siglos xvii y xviii se convirtieron en los siglos del comercio que dieron lugar al siglo xix de la producción. Esta actividad comercial se veía reflejada en el triangular trade, o comercio triangular, que proporcionaba un triple estímulo a la industria británica al unir las Indias Occidentales y las Trece Colonias con África occidental y Gran Bretaña. La red de comercio ultramarino asociado a las islas era mucho más valiosa que las minas de estaño o carbón. El impacto de este flujo comercial se vio reflejado en el desarrollo de la industria portuaria y naval, focalizada en un primer momento en Bristol, Liverpool y Glasgow, y más tarde en Manchester, Sheffield y Birmingham. Dentro de los bienes con los que se comerciaban, y que impulsaron a su vez una economía cada vez más centrada en la manufactura, estaban la lana, el algodón, la destilación de ron y la industria metalúrgica, pero la mercancía rey era el azúcar. Un bien de consumo al que las clases aristocráticas europeas ya se habían acostumbrado en el siglo xvii, pero que, a finales de siglo, se extendió por toda la sociedad con la creación de los primeros cafés en Europa. El motor que arrancó la industrialización en Gran Bretaña estuvo, de esta manera, engrasado con los beneficios obtenidos a través del intercambio de bienes manufacturados de la metrópoli, a cambio de esclavos en África occidental, para luego ser intercambiados por la materia prima de las Indias Occidentales.

Estiba de un barco esclavista británico (1788). Wikimedia Commons.

Un comercio tan lucrativo dio lugar a la aparición de una clase especial dentro de la aristocracia británica que se nutría de la existencia y control de este sistema mercantil. Uno de los personajes más importantes en la conformación de los intereses de las Indias Occidentales era la del dueño de plantación de las islas caribeñas, figura archiconocida en el siglo xviii. Muchos de estos plantadores provenían de orígenes relativamente humildes y, gracias a estas plantaciones de azúcar, llegaron a los escalones más altos de la sociedad británica. El poder e influencia que estos «emprendedores» obtuvieron fue igualado por los comerciantes que también se enriquecieron con el comercio colonial. Estos dos grupos que representaban clases en apariencia dispares con intereses encontrados fueron capaces de olvidar sus diferencias para formar un lobby de poderes inimaginables en una época de corrupción parlamentaria como la del siglo xviii británico, donde los votos se vendían al mejor postor. Este interés «indiano» no escatimaba en recursos para estar representado tanto en la Cámara de los Comunes como en la de los Lores para defender sus plantaciones y la estructura de dominación sobre la que se sustentaban.

Igual de relevantes eran las inversiones que se realizaron con los beneficios obtenidos del comercio triangular. El sector bancario fue uno de los beneficiarios de estas inversiones «indianas». Muchos bancos se establecieron en Liverpool y Manchester en el siglo xvii y xviii, la metrópolis esclavista y la capital del algodón respectivamente, que estaban directamente asociados con el comercio triangular. En el siglo xviii era típica la figura del financiero que anteriormente había trabajado como mercader o artesano en el comercio y luego dio el paso a la banca. Instituciones como el Heywood o Barclay’s Bank tienen sus orígenes en este contexto. De manera análoga, la máquina de vapor nunca hubiera podido ser financiada si no hubiera sido por por instituciones inmersas en este comercio colonial, como el Williams Deacons Bank. En el mercado de seguros nos encontramos a Lloyd’s que, antes de convertirse en el Lloyd’s of London, primer mercado de seguros británico, había sido una aseguradora de diferentes empresas de viajes africanos e Indias Occidentales. Es aquí donde se observa el alcance que la actividad económica del comercio con las Indias Occidentales tuvo en la sociedad británica en su conjunto durante los siglos que precedieron a la Revolución Industrial. Aun así, es preciso destacar que no fue tan solo esta economía esclavista y comercio triangular los que contribuyeron a dar el salto a una sociedad capitalista. El crecimiento del mercado interno en Inglaterra mediante un proceso de acumulación primitiva de capital y la cosecha de los beneficios de la industria para generarlo y expandirlo jugaron un papel igualmente relevante.

Comercio triangular. ©Isaac Pérez Bolado/Wikimedia Commons.

Methuén y el éxito de la diplomacia comercial británica
El Tratado de Methuén tuvo un papel destacado en el desarrollo de la economía británica en el siglo xviii. Este acuerdo proveía a Gran Bretaña el mecanismo de una alta demanda estable de manufacturas británicas en el mercado colonial brasileño. A cambio de las manufacturas, los portugueses suministraban a los británicos un flujo regular de oro que se veía traducido en la importación preferencial de vino portugués. Inglaterra encontró en Brasil un mercado unilateral en expansión en el que sus exportaciones eran pagadas en oro, lo que proporcionó a Gran Bretaña una flexibilidad excepcional en sus operaciones mercantiles europeas. Esta flexibilidad sumada a una tendencia a concentrar inversiones en el servicio manufacturero dio lugar a un rápido desarrollo tecnológico en el sector de la producción.

Crisis de la economía esclavista

El incipiente desarrollo de esta futura economía de producción comenzó a generar una tensión tanto ideológica como político-económica que cristalizó en la Revolución americana. Al contrario de la imagen que se tiene en la actualidad, los Estados Unidos en el siglo xviii no eran considerados como una colonia destinada al éxito. En el esquema imperial británico, las colonias continentales se veían como posesiones de segunda categoría; tenían considerables comunidades de pescadores, mercaderes, granjeros, pero carecían de grandes plantaciones. No obstante, estas colonias debían desarrollar algún tipo de producción, por lo que los británicos decidieron concederles el comercio alimenticio para abastecer a las colonias azucareras del Caribe. De esta forma se convirtieron en suministradores fundamentales de las plantaciones antillanas, estrechando la relación entre las colonias continentales y las Indias Occidentales, que culminaría en la aparición de una dependencia mutua. Conforme pasó el tiempo, la demanda de las colonias caribeñas no fue capaz de absorber la enorme capacidad de producción de las colonias americanas, lo que contribuyó a que las Trece Colonias comenzasen a sentirse atraídas por prospectos comerciales fuera del Imperio británico. Esta actitud fue uno de los factores que llevó al conflicto con la metrópoli y las colonias antillanas que vieron la esencia de sus políticas mercantilistas atacadas. Medidas como la Molasses Actde 1733 o la Sugar Duties Act de 1764 dan fe de estos conflictos en la disputa entre los intereses de las élites coloniales de las Trece Colonias, las Antillas y la metrópoli británica. El año 1776 simboliza un punto de no retorno con la firma de la Declaración de Independencia americana que, tras la derrota británica en la guerra, contribuyó al inicio del declive de la economía mercantilista británica.

Barco negrero según Joseph Swain (circa 1835). Wikimedia Commons.

Con este declive mercantilista y acercamiento a un modelo de libre mercado, comenzó en Gran Bretaña un movimiento tectónico que condujo a crecientes ataques a las prácticas monopólicas y mercantilistas, concretamente al monopolio que había sido el más lucrativo de todos y entraba ahora en decadencia: el del azúcar. La crítica al monopolio del azúcar facilitó los ataques y condenas de la esclavitud como institución inmoral y práctica arcaica e inhumana en la sociedad británica de la época. Muchos de los antiguos adalides del comercio esclavista dieron la espalda a las Indias Occidentales mientras el desarrollo imparable del nuevo capitalismo industrial británico adoquinaba las nuevas vías del «progreso». La paulatina irrelevancia del azúcar en comparación con otras mercancías fue un factor importante en el declive de la economía de plantación británica, pero no el determinante. Los sistemas esclavistas sufrieron en sus propias carnes el clima revolucionario que se palpaba en las colonias y en la metrópolis, especialmente tras la liberación esclava de Haití. El fin de la primera Revolución Industrial y el inicio del siglo xix pusieron los cimientos del nuevo sistema capitalista. Este trajo consigo un nuevo tipo de conflicto de clases y crisis políticas que terminaron arrollando al sistema esclavista. El auge de los movimientos abolicionistas se consolidó debido a la unión favorable de tres factores: (i) una crisis política que marginó a los amos de esclavos y dio a luz a un nuevo estado liberal capitalista, (ii) la contemporaneidad de la resistencia esclava colonial y las rebeliones organizadas, y (iii) el clima de movilización social que impulsó a los partidarios de organizaciones reformistas y revolucionarias a concentrar el sentimiento popular en actos y manifestaciones antiesclavistas. El impulso social e ideológico que trajeron consigo las primeras revoluciones burguesas proporcionaron un espacio para el desarrollo de políticas abolicionistas.

Aun así, la influencia de las Indias Occidentales seguía siendo notable. El ataque contra la esclavitud que comenzó a partir de 1783 fue largo y bebió de diferentes fuentes ideológicas; atacó desde diferentes frentes a través del apoyo de diversos actores para llegar en 1807 a la abolición del comercio de esclavos y en 1833 a la emancipación.

La esclavitud atlántica es uno de los episodios más negros de la historia occidental, no solo por la cantidad de sufrimiento y miseria que produjo, si no también por las repercusiones que existen hoy. Por un lado, para aquellas minorías afrodescendientes que sufren el racismo institucional en sociedades coloniales, como es el caso de Brasil o EE. UU., y por otro, para los descendientes de aquellos reinos y pueblos africanos que comerciaban con los europeos y provocaron de manera no intencionada una catástrofe demográfica en África occidental. Por ello es vital ser capaces de discernir la relación tan compleja entre el auge del capitalismo y la esclavitud para entender el desarrollo de las sociedades occidentales y contextualizar el «excepcionalismo europeo».

Trata de esclavos africanos, 1500-1900. ©KuroNekoNiyah/Wikimedia Commons.

El «debate Williams»
Dentro de la historiografía, el debate acerca de la relación entre el capitalismo y la esclavitud se conoce como «debate Williams». Eric E. Williams fue un historiador de Trinidad y Tobago nacido en el año 1911. Descendiente de una familia de élites criollas francesas de Trinidad, Williams estudió en la segunda mitad de la década de los años 30 en la Universidad de Oxford donde se formó como historiador. En el año 1938 terminó su tesis doctoral The Economic Aspects of the Abolition of the Slave Trade and West Indian Slavery que finalmente se publicó bajo el nombre de Capitalism & Slavery en el año 1944. Williams fue uno de los primeros en poner de relieve esta estrecha relación de progreso económico con un sistema de explotación inhumano. Aunque se considere que el trabajo de Williams se encuentre «superado», es indispensable apreciar el contexto en el que se produjo y recalcar la intención de este en equilibrar la balanza de una historia completamente idealizada por la escuela histórica imperial británica. La obra desafió la visión tradicional de las colonias como meros recipientes de la benevolencia metropolitana y no como agentes principales en la construcción de la prosperidad de estos imperios. El enfoque de interdependencia entre desarrollo industrial y esclavitud de Williams ha inspirado a numerosos historiadores a investigar la deuda económica de la esclavitud en España, Francia, Países Bajos y Portugal. Además, el hecho de poner a los esclavos como instrumentos de su propia emancipación supuso un marcado avance historiográfico dentro de una tradición que representaba a estos trabajadores afrodescendientes como individuos pasivos dentro de la historia abolicionista. Como escribió Williams: «El esclavo aprendió que existía una tercera parte en el diálogo para su liberación, él mismo. Conocía su fuerza y ejerció sus medios para recuperar la libertad que le correspondía por derecho. En 1833 las alternativas estaban claras: emancipación desde arriba o emancipación desde abajo, pero emancipación».

El comercio de esclavos (Auguste François Biard, 1840). Wikimedia Commons.

Para ampliar:

Blackburn, Robin, 1988: The Overthrow of Colonial Slavery 1776-1848. London, New Left Books.

Rodrigo y Alharilla, Martín y Chaviano Pérez, Lizbeth Jhoanna, 2017: Negreros y esclavos: Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX). Barcelona, Ediciones Icaria.

Solow, Barbara L., 1987: «Capitalism & Slavery in the Exceedingly Long Run». Journal of Interdisciplinary History, 17, Nº 4.

Williams, Eric E., 2011: Capitalismo y esclavitud, Madrid, Traficantes de Sueños [Original en inglés de 1944].

Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, máster de Historia Global por la Universitat Pompeu Fabra y profesor de secundaria de Historia y Artes plásticas. Interesado por la historia del desarrollo del capitalismo, el movimiento obrero y la filosofía de la historia.

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