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El fútbol como elemento pacificador en el conflicto de Transnistria

En múltiples ocasiones el deporte, y más en concreto el fútbol, sirve para poner de actualidad problemas que de otra forma nos serían desconocidos. Es lo que ha sucedido con el conflicto de Transnistria por la participación del Sheriff Tiráspol en la fase de grupos de la Liga de Campeones. A través de este artículo nos acercamos a la historia de región para comprender su reivindicación y comprobamos cómo a través del fútbol el pueblo transnistrio lucha por conseguir su autonomía.

Decía el escritor, historiador y periodista Toni Padilla que los mapas políticos no siempre nos cuentan la verdad porque hay países que no aparecen por falta de reconocimiento internacional. Este es el caso de la República Moldava Pridnestroviana, conocida como Transnistria. Como muchas otras regiones del Este de Europa no aparece reflejada en los mapas actuales como entidad política, sino como parte de la República de Moldavia. Es un conflicto dormido. Sin embargo, y a diferencia de lo que suele ocurrir, el fútbol ha servido para que transnistrios y moldavos mantengan unas relaciones más o menos cordiales.

Monumento militar en Transnistria. ©Julian Nyča/Wikimedia Commons.

Si miramos con detenimiento las regiones de la Europa Oriental en mapas antiguos podríamos ver como han ido cambiando y formando territorios nuevos. Y este es el caso del óblast de Besarabia que ahora está desaparecido, pero que fue incorporado al Imperio ruso en 1812 cuando se lo arrebataron al Imperio otomano. Esta región aglutinaba la actual Moldavia, pero también territorios de Ucrania, Rumanía y el óblast de Chernivstsí. Con anterioridad habían formado parte del Principado de Moldavia tras la derrota de los mongoles en 1343. Por esta zona también han pasado otros muchos pueblos como los hunos, ávaros, eslavos o búlgaros. Una región de fronteras muy volátiles a lo largo de la historia. Besarabia formó parte del Imperio ruso hasta la Primera Guerra Mundial cuando los rumanos ocuparon la zona ayudados por la población local que no quería ser bolchevique. Aunque otros sí querían ser soviéticos la zona pasó a formar parte de Rumanía. Esto no fue del agrado del gobierno de la URSS que estimaba que la soberanía tenía que ser suya por su pertenencia al Imperio ruso y reclamó su titularidad. En 1940 esta zona formaba parte de la Gobernación de Transnistria, un territorio mayor que la actual que incluía zonas de Ucrania como la ciudad de Odessa. Esta demarcación fue conquistada por el ejército nazi en el marco de la Operación Barbarroja. En este contexto se produjo en 1941 el asesinato de todos los judíos de la ciudad de Kishinev, así como los que habiraban los guetos y campos de concentración como el de Bogdanovka, Akhmetchetkha, Pechora, Mogilev, Domanevka, o Vapniarka. En total se estiman unos 270 000 muertos. Una masacre que ha quedado relegada a un segundo plano ya que , aunque muchos militares rumanos actuaron por propia voluntad, se argumenta que fueron órdenes alemanas.

Embajadas de Osetia del Sur y Abjasia en Transnistria ©John Pavelka/Wikimedia Commons.

En 1944 el Ejército Rojo expulsó a los alemanes y la región volvió a ser soviética. Realmente quedó dividida en dos. Por un lado, la Moldavia actual que formó parte de la Unión Soviética y por otro lado estaba la Moldavia rumana, que es una región ubicada, cómo no podía ser de otra forma, entre la frontera de ambos países. Además, puesto que los estados eran aliados no hubo ningún tipo de reclamación para unificar ambas zonas. Y así fue hasta finales de 1989, cuando tras la caída del dictador rumano Nicolae Ceaușescu surgió un movimiento que buscaba la unificación moldava bajo la bandera de Rumanía. Este movimiento fue ganando adeptos e incluso pareció que se convertiría en realidad tras la caída de la Unión Soviética. Aunque al final Moldavia acabó siendo un estado independiente pese a usar casi la misma bandera y el mismo himno que los rumanos.

Aunque el problema no finalizó ahí. En Moldavia la herida no cerró y el país quedó fraccionado entre la Moldavia más occidental, más cercana a Rumanía, y Transnistria, una zona más apegada a la Unión Soviética. Este territorio ubicado entre el río Dniéster y la frontera con Ucrania está poblado por casi un 70% de eslavos (rusos y ucranianos principalmente) y esta zona se quería seguir apoyando en Moscú en vez de en Bucarest como pedía la parte más radical del nacionalismo rumano y moldavo. En 1992 se proclamó independiente para seguir bajo la protección rusa, algo que, obviamente, no gustó a los moldavos. Y, como era de esperar, tuvo lugar una guerra civil que, aunque duró apenas unos meses, dejó cientos de fallecidos. En la contienda los separatistas fueron apoyados por los rusos, quiénes bajo la excusa de buscar un acuerdo de paz se quedaron por la zona. Los transnistrios consiguieron resistir, aunque no son un estado reconocido ya que Moldavia lo considera suyo y en Europa nadie acepta la independencia. Similares problemas a los que ocurren en Osetia del Sur y Abjasia, por poner unos ejemplos. Siempre con los rusos quedándose bajo la excusa de buscar un acuerdo para la paz pero que, realmente, esconde otras intenciones como ventajas comerciales y control político. A Transnistria solamente le reconocen como estado esos otros territorios que se encuentran en una situación idéntica. Lo más curioso de esta zona es que allí todavía se utilizan los viejos símbolos soviéticos como escudos, banderas, hoces y martillos. Eso es posible porque en Transnistria existe un gobierno, ejército, policía y hasta moneda propia. De hecho, para entrar no basta con ir a Moldavia, sino que hay que atravesar una frontera y pedir los permisos pertinentes. Los transnistrios gozan de su propia nacionalidad, aunque poseen pasaporte moldavo. El problema se refleja en el fútbol, con los equipos de Transnistria jugando la liga moldava porque en su territorio no hay ni liga de fútbol ni selección nacional reconocida. Aunque los clubes transnistrios no solamente participan en la liga moldava… la ganan casi cada temporada.

Bandera de Transnistria. Wikimedia Commons.
Juan Ferrando ©Садовников Дмитрий/Wikimedia Commons.

Juan Ferrando, un español en el Sheriff Tiráspol
Aunque el potencial económico de la empresa Sheriff ha sido fundamental para el éxito del conjunto de la capital de Transnistria no hay que desmerecer el trabajo realizado por jugadores y técnicos. Uno de esos entrenadores fue el español Juan Ferrando, quién estuvo al frente de la escuadra durante la segunda mitad del año 2013. Durante su etapa, Ferrando contribuyó a que conquistaran una Supercopa y a que alcanzaran la tercera ronda previa de clasificación a la Champions League, donde fueron eliminados por el Dínamo de Zagreb.
En el año de Ferrando tuvieron que conformarse con disputar la Europa League, donde eliminaron a la Vojvodina de Serbia y disputaron la fase de grupos que finalizaron en tercera posición de un grupo dominado por el Tottenham Hotspurs de la Premier League inglesa, el Anzhí Majachkala de Rusia y el Tromsø de Noruega. A pesar de ser una etapa corta, Juan Ferrando dejó un buen sabor de boca entre los seguidores tanto por los resultados como por el juego, especialmente en la competición europea donde estuvieron muy cerca de conseguir clasificar para los dieciseisavos de final por primera vez en su historia.

La Champions, un escaparate político

Desde que Moldavia se independizó de la Unión Soviética se han disputado un total de 30 ligas en 29 años. Esto es así porque en 2017 se disputaron dos torneos ya que significó el cambio de modelo de temporada, por lo que hubo un campeón de la temporada 2016/2017 y un campeón de la temporada 2017. En ambos casos el vencedor fue el Sheriff Tiráspol, el equipo que más veces ha conquistado la liga con 19 entorchados. Y todas conquistadas desde el año 2001 que fue cuando se proclamó campeón por primera vez en su historia. Los orígenes de este equipo hay que encontrarlos poco antes, en 1997, cuando la empresa Sheriff lo fundó. Esa compañía es, fundamentalmente, el motor económico y político de Transnistria. La historia del Sheriff, como no podía ser de otra forma en Transnistria, está vinculada a la Unión Soviética, no en vano es un club fundado por dos ex miembros del KGB que formaron un conglomerado de empresas bajo el nombre de Sheriff. Este grupo está involucrado en sectores tan diversos como el petróleo, la seguridad, la comida, el tabaco o las bebidas alcohólicas. Aunque su éxito radica en sus relaciones con el gobierno transnistrio, tanto el más radical y favorable a la independencia como los gobiernos más conservadores que han tenido. Por poner un ejemplo de cómo la empresa Sheriff cuenta con el beneplácito del gobierno de Transnistria baste con decir que durante muchos años fue una de las pocas empresas autorizadas (por no decir la única) a importar productos del exterior y a utilizar otra divisa que no fuera el rublo transnistrio. A cambio, eso sí, no importaban a Moldavia y su nicho de mercado se centraba exclusivamente en Transnistria. Desde 1997 también están en el mundo del fútbol gracias a la creación del Sheriff Tiráspol. Con el transcurrir de los años la compañía fue diversificando sus negocios e incluso crearon una empresa de telecomunicaciones y montaron una constructora, que es la principal ejecutora de infraestructuras de Transnistria, a la vez que fue la encargada de construir el Sheriff Stadium (con una inversión de más de 200 millones de dólares). El moderno estadio se convirtió en el primer campo moldavo que consiguió la habilitación de la UEFA para poder albergar encuentros internacionales. Un hito importante y trascendental ya que pasó a ser sede de los entrenamientos y concentraciones de la selección moldava. También ha albergado alguno de sus encuentros desde que en 2003 acogiera un envite ante Países Bajos. Vadim Boret adelantó al cuadro moldavo en el electrónico, aunque la lógica acabó por imponerse y el cuadro oranje remontó con goles de Ruud Van Nistelrooy y Mark Van Bommel.

Monumento a los Héroes Caídos en la Guerra del Dniéster de 1992. ©AhmedElSmaili/Wikimedia Commons.

Al margen del resultado, el partido sirvió para escenificar las buenas relaciones entre las federaciones de fútbol de Transnistria y de Moldavia. En varias ocasiones, ambas, tanto la oficial como la oficiosa, han mostrado su predisposición a trabajar de forma conjunta y eso se ha visto reflejado con la disputa de varios partidos de la selección moldava en territorio transnistrio, así como concentraciones y entrenamientos en el complejo deportivo del Sheriff Tiráspol. Y es que el fútbol es un deporte y un entretenimiento, pero en ocasiones también es una buena muestra de cómo se encuentra una sociedad. En este caso y a pesar de que el conflicto sigue latente la percepción que se tiene es que se trata de un problema político y no social. Tal vez por ello no exista tanta tensión como la existente en otros conflictos similares como el de Karabaj o el de Osetia del Sur.

Localización de Transnistria ©TUBS/Wikimedia Commons.

Sin embargo, hasta este año existía una espinita clavada en el seno del fútbol moldavo y transnistrio: jugar la fase de grupos de la Champions League. Esta temporada han conseguido cumplir el sueño tras eliminar al Teuta de Albania, al Alashkert de Armenia, al Estrella Roja de Serbia y al Dínamo de Zagreb de Croacia. El Sheriff va a jugar la fase de grupos de la máxima competición de clubes de Europa midiéndose a Inter de Milán, Real Madrid y Shakhtar Donetsk. El disputar esa instancia de la mayor competición mundial de clubes en términos económicos supondrá un buen empujón para todos los poderes políticos y económicos de la zona. Para Moldavia supondrá la primera vez que uno de sus equipos participa en la Champions League, algo que será una ventana al mundo para potenciar la imagen del país especialmente ahora que están empezando a apostar por el turismo. Es indudable que un equipo moldavo pueda jugar ante los mejores equipos del continente y tener la repercusión mediática que tiene esta competición sería la mejor forma de publicitarse y darse a conocer. También es bueno, indudablemente, para la Federación Moldava de Fútbol y por ende para el balompié del país. Disputar la Champions League servirá para que Moldavia avance puestos en los rankings UEFA y FIFA y eso implica la aparición de nuevos patrocinadores y dinero, algo que beneficiará al resto de clubes si deciden invertir en renovar sus instalaciones y fomentar su fútbol base. Desde el lado transnistrio también se conseguirán grandes ventajas. A nivel económico el impulso que obtendrá el conglomerado Sheriff puede ser muy grande y relanzará su posición internacionalmente. A nivel político el conflicto de Transnistria ha vuelto a la primera plana internacional. Algo parecido a lo que sucedió con el problema en Nagorno Karabaj. En 2017 el Qarabag consiguió clasificarse para disputar la fase de grupos de la Champions League. Fue el primer equipo azerí en conseguirlo. El Qarabag juega en Bakú, pero es el equipo de la ciudad de Agdam, un territorio controlado por los armenios desde la guerra que enfrentó a Armenia y Azerbaiyán. Sin entrar a profundizar en el problema (eso daría para otro artículo) sí que podemos decir que Azerbaiyán se aprovechó del éxito del Qarabag para dar a conocer a Europa su versión del conflicto. También ayudó, sin duda, que recientemente se disputará una final de la Europa League. Ese partido que enfrentó a Arsenal y Chelsea estuvo lleno de polémica porque las autoridades azerís impidieron que el jugador armenio Henrij Mkhitaryan pudiera jugar. De hecho, ni siquiera pudo estar en el país bajo el riesgo de ser detenido. En Transnistria sueñan con poder hacer algo parecido. Que el Sheriff dispute la fase de grupos de la Champions League podría suponer el trampolín definitivo hacía la independencia.

Hoy en Transnistria sueñan con la fase de grupos de la Liga de Campeones que está disputando el Sheriff Tiráspol. Algo que ha conseguido tras contar con el apoyo explícito del gobierno de Transnistria, pero también con el de Moldavia. Apoyos que son un arma de doble filo ya que tanto los transnistrios como los moldavos lo han hecho buscando sacar rédito del éxito del Sheriff. Un rédito económico, pero también político ya que ambos bandos podrán mostrar a la opinión pública internacional su versión del conflicto. Y de paso aprovecharán para sacar algún beneficio económico. Aunque eso tal vez sea un peaje pequeño para el Sheriff, que a partir de ahora será visto con otros ojos en Europa, sobre todo si hacen un buen papel. Algo que han hecho en anteriores participaciones en la Europa League donde se han enfrentado a equipos de la talla del Tottenham.

Sheriff – Tottenham Hotspur (24 de octubre de 2013) ©Tioma2001w/Wikimedia Commons.

Mientras eso ocurre en el ámbito deportivo, el conflicto político sigue latente. Es cierto que cada vez con menos tensiones y con la sensación de ser un problema exclusivamente político. Y ambos contendientes están acercando posturas con diferentes tratados y acuerdos que intenten normalizar las relaciones. Y aunque la solución final de la disputa está lejos de producirse, tal vez el fútbol pueda, finalmente, unir a moldavos y transnistrios. De momento tanto unos como otros van a disfrutar de una temporada de ensueño viendo al Sheriff competir con los equipos más grandes del continente.

Gagauzia, otro problema independentista en Moldavia
En 1990, con el desplome de la Unión Soviética, Transnistria se proclamó independiente de Moldavia, aunque no fue el único territorio en la zona que lo hizo ya que la región de Gagauzia también se proclamó independiente.
Grosso modo podemos decir que el pueblo gagauzio son turcos que en el siglo xiiise exiliaron desde Anatolia hasta el sur de la actual Moldavia, junto a la frontera con Ucrania. De lengua de procedencia turca, los gagauzios se convirtieron al cristianismo ortodoxo con el paso de los años, algo que les vincula con los rusos, quienes le apoyan tal y como ocurre con los transnistrios.
A diferencia de lo ocurrido en Transnistria, en Gagauzia no hubo conflicto armado y el problema se solventó tras varias discusiones en el Congreso. La solución fue que el pueblo gagauzio renunció a su independencia, aunque, como Transnistria, a cambio de mantener un alto régimen de autonomía, sus símbolos y hasta su propia lengua.

Sede del Gobierno en Tiráspol presidido por una estatua de Lenin. ©Донор/Wikimedia Commons.

Para ampliar:

Danziger, Nick y MacLean, Rory, 2014: Back in the USSR: Heroic adventures in Transnistria, London, Unbound.

García Andrés, César, González Martín, Rodrigo y Martín de la Guardia, Ricardo, 2017: Conflicto postsoviéticos: De la secesión de Transnistria a la desmembración de Ucrania, Madrid, Editorial Dykinson.

Lilin, Nikolai, 2010: Educación siberiana, Barcelona, Salamandra.

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Criminólogo, estudiante de Historia y actual profesor de inglés. Ha trabajado y colaborado escribiendo reportajes y artículos de temática deportiva en diferentes medios de comunicación españoles o extranjeros como Panenka, Cope o Weekend Football.

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