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Zenobia, la Augusta de Palmira

Es muy poco lo que sabemos de Zenobia como reina y mucho menos sobre su persona. Su figura comenzó a existir para sus contemporáneos envuelta en brumas, para durante siglos convertirse en un mito y sus hazañas en leyendas, pero la Zenobia persona solo interesó a unos pocos investigadores y eruditos, y la Zenobia mujer prácticamente ha quedado silenciada en la investigación, eclipsada por las batallas, la política romana y las ansias expansionistas de su reino de Palmira. ¿Quién fue Zenobia, augusta de Palmira? Vamos a tratar en este pequeño trabajo de acercarnos a su figura e intentaremos, a partir de lo poco que tenemos, dibujar su persona, una más de las olvidadas por la historia.

La Zenobia histórica

Zenobia gobernó un gran imperio que abarcó Siria, Arabia, Egipto y algunas zonas de Anatolia. Luchó contra los emperadores romanos Claudio II, Gótico y Aureliano. Su nombre se hizo famoso por plantar cara a un imperio mucho más poderoso. Sin embargo, como los grandes mitos de la historia, donde ella se ganó un puesto de honor, su vida es oscura. Las fuentes antiguas no ayudan y los pocos datos que nos dan son bastante controvertidos y contradictorios. Bathzabbai ─su nombre en arameo, la lengua de Palmira─, fue y es una figura polémica, una mujer de leyenda, que sigue provocando en la imaginación colectiva escenas de opulencia oriental.

Son muchas las hipótesis sobre el padre de nuestra protagonista, ninguna probada. Algunos estudios remontan su linaje a Cleopatra VII o Antíoco, uno de los diadocos de Alejandro Magno. Ninguna de ellas es lo suficientemente fuerte como para haber calado entre los investigadores. De su madre no tenemos ningún dato. El propio nombre de Zenobia varía según donde lo leamos y en qué lengua esté escrito, en numismática se la nombra como Septimia, por las inscripciones epigráficas sabemos que su nombre completo era Septimia Zenobia Sebaste o Augusta, pero aquí vamos a nombrarla a partir de ahora como es más conocida para nuestro mundo romanizado occidental: Zenobia.

Antoniniano de Zenobia. Wikimedia Commons.

Desconocemos su fecha de nacimiento. Se cree que hacia el 240 o 241 d. C., pero no hay ninguna seguridad sobre la fecha exacta. Tampoco sabemos qué aspecto tenía. Los palmirenos eran poco dados a la personalización de las esculturas. Todas siguen una estricta imagen idealizada, así que probablemente, aunque tuviésemos a nuestro alcance alguna de Zenobia, sería inútil para conseguir hacernos una imagen de cómo era. Tampoco las monedas dicen mucho al respecto, ahí su aspecto es estilizado y romanizado.

Busto de Odenato en el Museo de Palmira. Wikimedia Commons.

Sabemos que a los 17 o 18 años, Zenobia se casó con el noble más importante de la aristocracia palmirena, Septimio Odenato, convirtiéndose así en su segunda esposa. Es lógico pensar que, si él tenía un estatus importante en la ciudad, ella debía estar a su altura  y, aunque no sabemos nada de su familia más cercana, podemos sospechar que al menos tendría cierta importancia social en Palmira. El momento en el que vivió la pareja dictaba que entre los familiares de los novios se pactasen matrimonios dinásticos de linajes influyentes y del mismo estatus. Que la Historia Augusta diga que cazaba y que hablaba varios idiomas entre ellos el egipcio, el latín y el griego, además del palmireno, denota que tuvo una educación esmerada, propia de una persona de la nobleza.

Su marido ya era conocido por los romanos, que lo consideraban un importante estadista de la ciudad y sus alrededores: Odenato expulsó a los persas de Siria, sellando su lealtad al Imperio y siendo recompensado por ello. Su posterior asesinato fue oscuro. Unos dicen desconocer el nombre del autor, mientras que otras fuentes afirman que fue su propio sobrino quien le quitó la vida a finales de 267 o principios de 268.

Vabalato representado como rey en un antoniniano palmarino del 271. Wikimedia Commons.

Zenobia y Odenato estuvieron diez años casados y tuvieron varios hijos. El más interesante de todos, debido a su protagonismo en la historia del momento, fue Vabalato, que nació en algún momento entre el 258 y el 260. Es el único del que conservamos el nombre, el resto ni sabemos si fueron niños o niñas. Según diversas fuentes tuvo varios hijos o hijas más: Hereniano y Timolao (Historia Augusta) y en otros lugares se dice que fueron dos chicas, que una de ellas se casó con el emperador Aureliano y la otra con un senador romano (Zonaras). Son todo datos muy confusos y no sabemos hasta qué punto alguno de ellos verídicos. Si tuviésemos en cuenta todos los datos que nos dan las fuentes, Zenobia habría tenido siete hijos con su marido en unos 10 años, pero como ya he dicho, es todo bastante hipotético y, a falta de restos epigráficos que los nombre, es imposible asegurar su existencia.

Zenobia aún no había cumplido los 30 años cuando se convirtió en viuda. Su nuevo estatus no la apartó de la vida pública de su ciudad, y decidida a mantener un firme control del poder que había «heredado» de su marido. Conservó la autoridad sobre los palmirenos, pero no en su nombre, sino en el de su hijo, gobernando como regente en nombre de Vabalato. Así que consolidó su propio territorio, lo extendió a otras provincias del este y finalmente se apoderó de Egipto. Sus acciones fueron interpretadas en Roma como rebelión y traición, y finalmente fue derrotada por el emperador Aureliano, pero no adelantemos acontecimientos y conozcamos un poco mejor a esta reina oriental.

La Zenobia legendaria

En las propias fuentes históricas la figura de Zenobia bascula entre la fantasía y la realidad. Los pocos datos que se aportan sobre la reina, por ejemplo, en la Historia Augusta, tienen como único objetivo desprestigiar al emperador Galieno para dejarlo como el soberano más mediocre de toda la historia del Imperio romano. En ella, si leemos entre líneas, descubrimos que Zenobia es retratada como una gobernante que realizó su tarea bastante mejor que el propio emperador.

Áureo con efigie de Aureliano. Wikimedia Commons.

Esta fuente la idealiza hasta el punto de que el propio Aureliano la elogió por sus «excelentes cualidades», a saber, sabiduría, determinación, su firmeza en el trato con los soldados, generosidad y el apoyo a su marido. Es retratada como un verdadero modelo: hermosa, semblante llamativo y ojos oscuros, y además casta. Como podemos ver, esta imagen es muy cercana a la de una prototípica matrona romana. Esta descripción contrasta con la que se nos describe en la Vida de Aureliano, donde aparece como cobarde, llena de culpa, orgullosa, insolente, tan traidora como para aliarse con los persas en contra de Roma.

La cara y la cruz de la visión de una mujer medida bajo los cánones romanos y manipulada según los intereses del autor en contra del emperador romano del momento, si se quería desprestigiarlo o ensalzarlo, porque claro, para que Aureliano fuese un virtuoso general romano debía enfrentarse a una mujer que no se lo pusiera fácil, una victoria simple no iba a tener ningún interés entre el público romano.

Tampoco las fuentes árabes nos ayudan demasiado, también en ellas la reina está siempre envuelta en un halo mítico. Para ellos era una reina heroica, de belleza incomparable y coraje supremo. Muy poderosa en todos los sentidos. Obviamente, el interés que tenían sobre su persona era debido a las relaciones de la reina con los líderes de las tribus árabes, y hablan de ella como de otra líder.

Así que, prácticamente, el conocimiento que tenemos de la reina está manipulado, tergiversado, romantizado, dramatizado y seguramente nada tuvo que ver con el personaje histórico que debió ser para los propios palmirenos. Sin ninguna duda, Zenobia es una mujer envuelta en la leyenda y el mito. Y este mito fue alimentado siglo tras siglo quedando desfigurado por completo. Zenobia terminó siendo un personaje adaptado a aquellas necesidades de cada momento.

Teatro romano de Palmira ©Jerzy Strzelecki/Wikimedia Commons.

Es complicado, bajo este prisma, hacernos una idea de cómo debía ser esta mujer y quizás sería mejor saber cómo era una mujer judía de Palmira para poder llegar a acércanos solo un poco al conocimiento sobre su persona, aunque siempre estemos hablando de hipótesis.

Busto de mujer palmirena. Wikimedia Commons.

La imagen de la mujer palmirena
Desconocemos cómo era Zenobia, pero podemos hacernos una idea de cómo vestía gracias a las obras artísticas que conservamos de Palmira. Un busto o una estatua de Zenobia ejecutada en el estilo palmireno, a diferencia de un griego o romano, no sería un verdadero retrato de ella, pero transmitiría una idea de cómo se vestía y se presentaba. Probablemente llevaría un elaborado tocado enjoyado, algo así como un turbante con una diadema preciosamente trabajada alrededor de la frente. El tocado cubriría gran parte del cabello, excepto los rizos que caerían sobre la cara o se situarían hacia arriba cubriendo la diadema. Las mujeres solían mostrarse con un velo sobre la parte trasera del turbante, y muchas veces llevaban elaborados pendientes. Algunas estaban adornadas con varios collares, otras con grandes colgantes, y la mayoría usaba brazaletes en ambas muñecas. Sus ropas son representadas con gran detalle, mostrando cada pliegue de sus largos vestidos, basados en una túnica atada sin apretar justo por encima de la cintura, con prendas exteriores que las envuelven y uno de cuyos extremos se colocaba alrededor de uno de los brazos.

Zenobia regente-reina de Palmira

Como decíamos, tras el asesinado de su marido, hacia el año 267 d. C., tomó las riendas del gobierno de Palmira y la región aledaña, como regente en nombre de su hijo, que era el heredero oficial, pero que entonces solo tenía diez años. Su nombre completo era el de Lucius Iulius Aurelio Septimio Vaballathus Atenodoro, pero la historia lo conocerá como Vabalato.

Arco monumental de Palmira ©Aotearoa/Wikimedia Commons.

Obviamente, fue acusada de la muerte de su marido y de su hijastro (hijo de este con su primera esposa), cosa que había realizado el sobrino de él, Meonio y, aunque ella lo condenó a muerte no pudo dejar de ser juzgada por aquel tal oportuno desenlace. Hoy los especialistas dudan mucho de que fuese la asesina, pero lo que sí que tienen todos muy claro es que fue una gran oportunista. La clave de su posición futura dependía de la rapidez con la que actuó tras quedar viuda. Pronto pudo controlar el ejército gracias a su interés por sus soldados, y a los viajes junto a su marido en diversas acciones militares. La fuerza militar la ayudó a dominar a la población de Palmira.

Una vez controladas las huestes, el siguiente objetivo era poner en orden su relación con Roma. También tenía que ganarse la aprobación de sus vecinos y de otros estados, que, como el suyo, eran vasallos del emperador romano. Necesitaba el apoyo del imperio itálico, sobre todo, para proteger sus fronteras y sus intereses como reina.

Zenobia, general de los ejércitos palmirenos

Tras la pacificación de la frontera oriental, revueltas tras varias acciones violentas por parte de sus vecinos persas, Zenobia se propuso dar un paso más allá en su ejercicio de general; fortaleció el ejército palmireno y dirigió su mirada hacia Arabia y Egipto y trató de extenderse por Asia Menor septentrional y occidental.

Los motivos de estas acciones se desconocen y, por tanto, las especulaciones son muchas. Por un lado, históricamente, ha sido acusada de tener planes secretos para apoderarse de todo el Imperio romano y que ese era su único objetivo para tomar el poder en Palmira. Por otro, se la señala como la instigadora de la creación de un estado secesionista dentro del Imperio, una especie de principado de Palmira independiente de Roma.

Probablemente, el motivo real fuera el de protegerse: pacificando los estados circundantes conseguía crear un espacio entre su frontera y un posible conflicto con otros pueblos, entre ellos Roma. Al mismo tiempo, si algo así llegaba a ocurrir podía tener tiempo suficiente para prepararse para la guerra mientras el ejército enemigo cruzaba esos territorios para llegar hasta Palmira. El objetivo de su estrategia era la mera profilaxis. El problema radicó en que Roma interpretó la expansión del espacio palmireno como una provocación o un acto hostil, y así ha sido interpretado repetidamente hasta la actualidad. Probablemente, Zenobia solo quería proteger a su pueblo, su deber como reina, pero ¿por qué no? Además, aprovechar las ventajas económicas y políticas que le podían ofrecer sus nuevos territorios. Roma lo consideró un completo despropósito y una excelente excusa (siempre había necesitado pocos pretextos) para marchar contra Palmira.

©Rowanwindwhistler/Wikimedia Commons.
Reina Zenobia con sus soldados (Giovanni Battista Tiepolo, ca. 1725-1730). Wikimedia Commons.

Zenobia guerrera, una imagen poco real
Hay que olvidar a esa mujer que vestida con armadura parte con su ejército para luchar por la libertad de los palmirenos frente al opresor romano. Es una imagen distorsionada creada a partir, probablemente, de un paralelo con Boduica (30-61 d. C.). Esta es la imagen de una mujer líder que no tenía nada que perder, que luchar hasta la muerte no podía suponer ningún riesgo para el futuro de su estado, que no tenía nada que perder más que su vida.
Zenobia sí tenía mucho que perder, su hijo era un niño y si ella moría lo dejaría solo ante el Imperio, unos estados vecinos potencialmente hostiles y los propios palmirenses. Desprotegido. Si ella moría podía morir él y entonces lo perdería todo: su familia, el poder y la corona para su descendencia.
Debemos dejar de imaginar a Zenobia como la mujer líder general de sus ejércitos, en el campo de batalla, luchando como una heroína trágica, dándolo todo en una última batalla. Su deber y obligación como reina regente era el de sobrevivir y era en la retaguardia o en la propia Palmira desde donde dirigía sus ejércitos, dando órdenes.

El final

La reina tomó Egipto en el 269 d. C. alegando ser descendiente de la mismísima Cleopatra VII y que, por este motivo, debía ocupar el puesto de reina sobre el país del Nilo. Allí se encontraba entonces el candidato romano a ocupar el trono vacante. Ella depuso al pretendiente y requirió la corona para Vabalato. Ocupó el trono hasta el año 272 d. C., cuando fue derrotada por Roma y enviada a la Urbs como rehén por el emperador Aureliano.

La última mirada de Zenobia a Palmira (Herbert Gustave Schmalz, 1888). Wikimedia Commons.

Aquí, de nuevo, su historia se envuelve en tinieblas. Nadie sabe con certeza qué le sucedió a Zenobia después de su juicio en Emesa. Los autores antiguos cuentan historias contradictorias. Unos dicen que murió durante el viaje a Roma, quizá por enfermedad, por dejar de comer o agotada por el dolor; otros que llegó a Roma.

Malalas cuenta que fue exhibida por las calles de Antioquía, montada en un camello y atada con cadenas para después ser expuesta durante tres días sobre un estrado en la ciudad, probablemente para servir de escarmiento a las ciudades orientales que tuvieran pensado rebelarse. Ejecutarla hubiese sido lo menos interesante. Aureliano, el emperador victorioso, podía demostrar con su ejemplo como era clemente y así dejar bien probado su poder «sobrenatural» en un Oriente tradicionalmente muy piadoso.

En cambio, la Historia Augusta dice que Aureliano marchó victorioso por las calles de Roma con tres carros reales: uno perteneciente al rey de los persas, otro que había sido propiedad de Odenato y el tercero de la reina Zenobia. En la pompa, además, había animales que desfilaron por las calles (elefantes, jirafas, tigres, y otras bestias domesticadas procedentes de Libia y Palestina). Dice la fuente que ochocientas parejas de gladiadores precedieron a los cautivos y que desfilaron blemios, egipcios, árabes de Arabia Félix, indios, bactrianos, sarracenos, persas, palmirenos, godos, alanos, roxolanos, sármatas, francos, suevos, vándalos y alamanes. El texto también dice que la mayoría de estos prisioneros se había ahogado cuando el barco que los llevaba a Bizancio se hundió en una tormenta. Solo Vabalato fue rescatado.

La mayor parte de los autores antiguos está de acuerdo en que Zenobia se mostró al público romano en el triunfo de Aureliano. La Historia Augusta dedica varias líneas a la aparición de Zenobia, ricamente adornada con joyas y atada con cadenas de oro tan pesadas que evitaba detenerse porque no podía soportar su peso. La aparición de Zenobia en el triunfo de Aureliano es generalmente aceptada por los eruditos que rechazan el relato de Zósimo, al que antes hacíamos referencia, que decía que murió antes de llegar a Roma.

Aureliano, por tanto, perdonó la vida a la reina, para demostrar su clemencia y evitar convertir a Zenobia en una mártir, lo cual podría haber sido demasiado peligroso para el Imperio romano. Según la Historia Augusta, Aureliano proporcionó a Zenobia una preciosa villa en Tívoli, cercana a la famosa villa de Adriano. Allí vivió liberada por el emperador y el Senado junto a Vabalato y el resto de sus hijos y su pista se pierde para siempre en las brumas de la historia.

La reina Zenobia ante el emperador Aureliano (Giovanni Battista Tiepolo, ca. 1717). Museo del Prado. Wikimedia Commons.

La pompa de Aureliano
«Cuando Aureliano la hizo prisionera, tras ser conducida a su presencia, la inculpó en estos términos: “¿Por qué, Zenobia, te has atrevido a desafiar a los emperadores romanos?”. Dicen que entonces ella contestó: “A ti, que has vencido, te reconozco como emperador, a Galieno, a Aureolo y a los demás príncipes no los consideré tales. Confiando en que Victoria fuera semejante a mí, deseé, si la magnitud del territorio lo hubiese permitido, compartir con ella el poder real”. Así, fue conducida en un paseo triunfal tan pomposo como ningún otro de los presenciados por el pueblo romano.
Engalanada, en primer lugar, con unas gemas tan enormes que se fatigaba por el peso de sus adornos. Pues, según se dice, esta mujer tan valerosa se detenía a menudo diciendo que no podía soportar el peso de sus joyas. Además, sus pies estaban atados con cadenas de oro; sus manos, con unas esposas del mismo metal, y en su cuello no faltaba un grillete, también de oro, que sostenía delante de ella un bufón persa.
Le fue perdonada la vida por Aureliano y dicen que desde entonces vivió con sus hijos, como lo hace una matrona romana, en una hacienda de Tívoli que le fue concedida; esta todavía hoy lleva el nombre de Zenobia y está situada no lejos del palacio de Adriano y de ese lugar al que se le da el nombre de Concha.»
(Historia Augusta, Los treinta usurpadores 30, 23-30).

Puesta de sol en Palmira. ©Yvonnefm/Wikimedia Commons.

Para ampliar:

Simiot, Bernard, 1997: Yo, Zenobia, reina de Palmira, Barcelona, Círculo de Lectores [original en francés de 1978].

Southern, Pat, 2008: Empress Zenobia: Palmyra’s rebel queen, Londres, Hambledon Continuum.

Varios autores, 1990: Historia Augusta. Edición de Vicente Picón y Antonio Cascón, Madrid, Akal.

Arqueóloga e historiadora. Doctoranda en el departamento de Arqueologia en la Universidad de Valencia. Especialista en Mediterráneo antiguo.

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