Del claustro al mundo. El monasterio de San Isidoro del Campo ante la persecución inquisitorial
«Si vuestra majestad no pone pronto remedio, en lugar de tener súbditos para serviros con sus cuerpos y sus bienes no tendréis más que esqueletos colgando en las horcas, y cuerpos quemados y reducidos a ceniza, pues la diligencia de los inquisidores de ahora no tiende a otra cosa». Esa fue la petición de Antonio del Corro a Felipe II a propósito de su política en Países Bajos. El antiguo jerónimo no se expresaba de forma figurada, sino con la autoridad del que sufrió una de las persecuciones inquisitoriales más sonadas del quinientos hispánico, la de los monjes reformados del monasterio sevillano de San Isidoro del Campo.